Cómo cambiar de vida para estar sano y despierto: hábitos diarios útiles para estudiantes

Cuando empecé la universidad, sentí que hacía borrón y cuenta nueva. Tenía la oportunidad de crear nuevos hábitos que me ayudarían a rendir mejor en los estudios y me mantendrían sana y enérgica. Desde el principio, me di cuenta de que los hábitos que formamos durante estos años pueden marcar nuestra forma de vida en el futuro. Así que me propuse hacer cosas que fueran buenas para mi cuerpo y mi mente.

Una rutina de sueño regular fue uno de los primeros hábitos que adquirí. Acostarme y levantarme a la misma hora todos los días me hizo estar más alerta y feliz de inmediato. Dormir no era sólo un descanso; era el momento en que mi cerebro ponía en orden lo que había aprendido durante el día. Dormir entre siete y ocho horas cada noche era como pulsar el botón de «reinicio» de mi cerebro. Lo preparaba para asimilar nuevos conocimientos al día siguiente.

Beber agua era otro hábito fácil que funcionaba bien. Me di cuenta de que beber más agua era una de las cosas más fáciles que podía hacer para tener más energía y mantener la concentración. Siempre llevaba una botella de agua conmigo y beber a lo largo del día se convirtió en algo natural. Beber mucha agua me ayudaba a evitar el sueño durante las largas sesiones de estudio o de clase.

Me costó más trabajo convertir el ejercicio físico regular en un hábito, pero tuvo enormes recompensas. Hacer al menos 30 minutos de ejercicio la mayoría de los días de la semana, ya fuera un footing rápido, una clase en el gimnasio o simplemente un paseo por el campus, me ayudaba a pensar con más claridad y a sentirme menos estresada. No era sólo para mantenerme en forma; moverme parecía despejarme la mente, lo que me facilitaba la concentración cuando estudiaba.

Adquirir estos hábitos no era sólo una forma de mejorar en los estudios; también eran muy importantes para el crecimiento personal y la salud. Cuando compartía y hablaba de estos hábitos con mis amigos, me daba cuenta de que los que éramos capaces de mantener una buena combinación entre salud, vida personal y estudios no sólo teníamos más éxito, sino que también éramos más felices y podíamos afrontar mejor las dificultades de la vida universitaria.

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Establecer una rutina diaria

Para mí, establecer un hábito diario en la universidad fue más un proceso de probar cosas hasta que encontré lo que funcionaba mejor. Para mí, empezar cada día a la misma hora para levantarme marca la pauta para el resto del día. No sólo tenía que levantarme todos los días a la misma hora, sino que también tenía que aprender, comer y dormir a determinadas horas. Esta regularidad me ayudaba a mantener estable mi reloj interno, lo que me hacía estar más alerta y reducía enormemente mis niveles de preocupación durante los exámenes.

Un consejo que me ayudó mucho fue programar mis sesiones de estudio más duras para las últimas horas de la mañana, cuando podía concentrarme mejor. Según las investigaciones, esto encaja bien con el aumento natural de cortisol del cuerpo, que se produce justo después de despertarnos y nos hace estar más concentrados y energéticos.

Algunos de mis amigos que trabajaban a media jornada y estudiaban también planificaban sus días en función de sus turnos, asegurándose de tener tiempo para estudiar sin interrupciones. Esto no sólo les ayudaba a llevar mejor el trabajo, sino también a mantener un mejor equilibrio entre el trabajo, los estudios y el tiempo libre.

La rutina nocturna era igual de importante. Una hora antes de acostarme, apago todas las pantallas y leo un libro o hago estiramientos ligeros. No exponerse tanto a la luz azul de los ordenadores no ocurre por casualidad; aumenta los niveles de melatonina, la hormona que le dice al cuerpo que es hora de dormir. Si duermes mejor, al día siguiente rindes más en el colegio.

Objetivos claros, éxito Seguro.

Otra cosa que me ayudó a mí y a muchos de mis amigos fue fijar objetivos claros. Al principio, aprendí que cada trimestre debía tener objetivos claros con fechas de entrega. Este método me permitía ver cómo me iba en tiempo real y cambiar la intensidad de mi trabajo según fuera necesario. Por ejemplo, si quería entender bien un tema que me resultaba difícil, dividía el esquema del curso en partes semanales y trabajaba en una parte cada vez. Esto me facilitaba la difícil tarea de aprender todo lo que se enseñaba en un semestre.

A menudo hablábamos de nuestros objetivos durante los estudios en grupo. Esto nos mantuvo responsables y nos ayudó a construir una comunidad de apoyo. Compartíamos pequeñas victorias con los demás, como cuando resolvíamos un problema difícil de matemáticas o terminábamos de escribir el primer borrador de una redacción. Esta retroalimentación entre compañeros no sólo nos ayudó a seguir adelante, sino que también nos ayudó a aprender a través de conversaciones y trabajando juntos para resolver problemas.

La nutrición nos ayudó a alcanzar nuestros objetivos escolares de una forma pequeña pero importante. El pescado y los frutos secos, ricos en ácidos grasos omega-3, pasaron a formar parte de mi plan de alimentación para ayudar a mi cerebro a funcionar mejor. Aunque fueran pequeños, los cambios en la alimentación ayudaron a procesos cognitivos como el recuerdo y la claridad mental, que eran muy importantes mientras estudiaba para el examen.

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Organización: Tu Mejor Aliada

Al principio, me resultaba difícil llevar la cuenta de todos mis deberes, libros y actividades extraescolares, así que empecé a utilizar una agenda digital que funcionaba en todos mis dispositivos. No solo tenía que controlar las fechas de entrega, sino también planificar toda la semana con precisión horaria.

Cuando estaba en la universidad, una amiga y yo trabajamos juntas para codificar por colores todas nuestras clases y tareas. A partir de la distribución semanal por colores, este método visible dejaba claro de inmediato qué temas necesitaban más atención. Revisar y hacer cambios en esta agenda cada domingo me ayudaba a mantenerme al día con mi trabajo y a no olvidarme nunca de ninguna fecha de entrega.

También fue muy importante la disposición física de mi zona de estudio. Un escritorio limpio con sólo las cosas más importantes reduce las distracciones. Había días en los que mi espacio estaba abarrotado y mi mente divagaba más. Mantener ordenados mis archivos de papel y digitales me facilitaba encontrar rápidamente lo que necesitaba, lo que me ahorraba tiempo y evitaba que me frustrara.

Prioriza tus Tareas

En la universidad aprendí rápidamente que no todos los trabajos son iguales. Poner los trabajos por orden de importancia y fecha de entrega era muy importante, sobre todo durante los exámenes. Tenía un método sencillo pero eficaz en el que marcaba las tareas como A, B o C. Las tareas marcadas con una A eran importantes, pero no urgentes, y las marcadas con una C podían esperar.

Este método me ayudaba a planificar mi trabajo. Por ejemplo, los grandes proyectos se dividían en fases, y cada fase recibía un nivel de prioridad A, B o C en función de lo cerca que estuviera de la fecha de entrega y de su importancia para el proyecto en su conjunto. De este modo, no sólo conseguía avanzar a un ritmo constante, sino que también evitaba que me volviera loca en el último momento.

Mis amigos y yo también nos propusimos repasar nuestros objetivos todos los días. Cada noche, nos tomábamos unos minutos para hablar de lo que habíamos hecho y hacer cambios en nuestros planes para el día siguiente.

Toma de Notas Efectiva

Mejoré tomando apuntes a medida que avanzaba en la universidad. Al principio, me resultaba difícil seguir el ritmo de toda la información que se daba en clase hasta que probé a utilizar diferentes estilos de aprendizaje. Esta es la forma de Cornell de tomar apuntes. Me ayudó a organizar mis apuntes durante la clase poniendo los puntos importantes en un lado y las palabras de moda u otra información útil en el otro. Así podía repasarlos rápidamente después de clase.

Este método no sólo me ahorraba tiempo de estudio, sino que también me ayudaba a entender y recordar ideas difíciles. Compartir nuestros apuntes durante las sesiones de estudio en grupo a menudo llenaba los huecos y nos daba nuevas formas de ver el mismo material, lo que nos ayudaba a entenderlo mejor.

El uso de herramientas digitales para tomar apuntes, especialmente para el trabajo en grupo, fue otra característica. Mis amigos y yo podíamos añadir y cambiar nuestros apuntes al mismo tiempo utilizando aplicaciones como Google Docs. Esto era especialmente útil para los proyectos de grupo o para prepararse para las charlas en grupo.

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En retrospectiva, los hábitos que adquirimos en la universidad no sólo nos ayudan a controlar nuestro tiempo. Se convierten en la base de un estilo de vida que puede ayudarnos a tener éxito tanto en nuestra vida personal como profesional después de graduarnos. Las cosas que aprendimos y los hábitos que adquirimos durante esos años de formación siguen teniendo un efecto en nuestras vidas después de graduarnos.


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